Por Mónica Ábrego
Hoy tengo antojo… ¿Antojo de qué exactamente? Principalmente de conversar conmigo misma y que esa conversación se convierta en letras y estas a su vez en palabras que les pueda compartir y que, al final, cuando se releen, a menudo no comprendemos qué situación estábamos atravesando y resulta tan poco conocido, incluso para nosotros mismos.
HOY, este día precisamente, me di cuenta de que mi hijo, quien ya no reside en el país (esa será otra historia porque enfrentarse al nido vacío sí me afectó y mucho) ya cumplió 29 años y ¡yo no he envejecido! …Cierto, parece algo estúpido pero no me siento mayor, me siento igual que cuando dí a luz, llena de entusiasmo, de pasión, de emoción, con ganas de seguir inventando (hoy le dicen emprendedurismo) y sobre todo con ganas de seguir disfrutando y amando… porque al final no podemos dedicarnos únicamente a trabajar, ¿o sí?
El tiempo camina a pasos agigantados, hace mella en el cuerpo y la salud pero nunca en nuestro espacio más intimo, ese lugar dentro de nosotros que muchos llaman corazón y otros espíritu; a eso me refiero: mi corazón y mi espíritu no han envejecido y, por el contrario, me siento más rejuvenecida que nunca”.
A nivel físico, lo que se ve y percibe afuera, esos cambios no me afectan. Al sonreír se marca cada línea de expresión en mi rostro, los rollitos en mi cadera, el cabello se vuelve más fino, la cadera más hermosa y así muchos otros detallitos… Solo aprendí a lucir diferente. Pero, son cambios externos que poco o nada deberían incomodarnos.
Lo que no me gusta -y se los comparto-, es cómo se va desmejorando la maquinilla interna, es decir, de tener un estómago a prueba de lagartos, este se convierte es una bolsita frágil e incapaz muchas veces de soportar esa comida exquisita bañada en chile chiltepe o de ingerir un par de copitas de vino sin sufrir los típicos estragos físicos del día siguiente, eso no me agrada pero con cuidados básicos los voy sorteando.
Entonces, ¿será eso envejecer? Veamos, comparto el concepto que encontré sobre esto: “El envejecimiento o senescencia es el conjunto de modificaciones morfológicas y fisiológicas que aparecen como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos, que supone una disminución de la capacidad de adaptación en cada uno de los órganos, aparatos y sistemas, así como de la capacidad de respuesta a los agentes lesivos (noxas) que inciden en el individuo”.
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Lee la entrega anterior: “He decidido desetiquetarme“
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Ummm de acuerdo a esto entonces ¿ya estoy vieja? físicamente un rotundo “sí”, emocional y mentalmente un absoluto NO.
No mis estimados (no voy a escribir ni mencionar ‘estimadas y estimados‘, entiéndase que incluyo a ambos sexos), la edad cronológica podrá decirnos mucho pero de nosotros depende conservar una edad mental y emocional joven, no digo juvenil que es otra cosa, sino a sentirnos, vernos, expresarnos, departir, lucir, sonreír, gozar, abrazar, bailar, cantar, amar… es decir “vivir” de acuerdo a como consideramos que nos corresponde para ser felices.
Eso es decidirnos a estar vivos sin estereotipos creados por el marketing, la TV, las redes sociales y todo este trajín en el que ahora estamos inmersos (creanme, sé a qué me refiero), sin presiones de la sociedad o de la familia, sólo siendo auténticos seres humanos nacidos para reír, llorar, amar y estar… estar presente junto a nuestros hijos, familia, amigos, mascotas y con nosotros mismos, tener el valor de salir de los estándares y ser solo nosotros, eso no es envejecer, ¡eso es vivir!
Y eso se aprende así: viviendo, se aprende cayéndose y levantándose, eso nos enseña la plenitud de la “vejentud”.
Si no llegamos a cierta edad nunca sabremos lo que es realmente vivir; cuando jóvenes eran otras prioridades y luego eso cambia con el paso del tiempo. Así que a los menos mayores solo puedo recomendarles que se cuiden para que tengan la maravillosa oportunidad de llegar a vivir sin correr y a mis contemporáneos los animo a que disfrutemos el camino que nos falta, las experiencias que tenemos que compartir, la sabiduría que cada día podemos adquirir, y así gritar juntos lo felices que somos, porque sí lo somos, pero muchas veces el sentirnos “viejos” nos hace olvidarnos de lo afortunados y bendecidos que somos.
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Conversamos pronto, como siempre les dejo ciberabrazos y lluvia de sueños.
Mó